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Un miembro del foro socioprofesional eDialogo nos planteaba hace poco la pregunta “¿Son transgénicos los tomates azules?” Como todo lo que lleva la etiqueta transgénica se convierte en asunto polémico, decidimos investigar, y finalmente le respondemos: sí y no. Verán por qué. Los tomates azules surgen, no de un deseo caprichoso del consumidor, sino como iniciativa de varios centros de investigación en diversos lugares del mundo, pero siempre con fines terapéuticos. Las diferencias principales están en el método utilizado para obtenerlos — hibridación convencional o modificación genética — y en la aplicación final de estos tomates.
Entre los equipos obtentores de los frutos transgénicos se encuentra el del Centro de investigaciones John Innes, en Norwich (Reino Unido), que produjo el tomate azul al incorporar genes de Boca de dragón (Antirrhinum majus), una flor con alto contenido antociánico. Según publican estos científicos en Nature Biotechnology, los ratones alimentados con estos frutos transgénicos disfrutaron de mayor longevidad.
Por su parte, el Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas (IBMCP), en Valencia (España), también utilizó biotecnología para crear tomates azules terapéuticos, pero en su caso diseñados para elaborar vacunas y proteínas de valor agregado. Finalmente unos investigadores de la Universidad de Oregón (Estados Unidos), también han desarrollado tomates, no exactamente azules, sino morados, que contienen una sustancia encontrada en arándanos que les confiere propiedades que reducen el riesgo de contraer cáncer y ciertas enfermedades cardiovasculares.
En el lado de los no transgénicos, encontramos a unos investigadores de São Paulo (Brasil), quienes han desarrollado un tomate morado — no transgénico — que podría ayudar a prevenir ciertas enfermedades. Este tomate brasileño es un híbrido entre un tomate común procedente de Chile, y uno silvestre encontrado en las Islas Galápagos. Este tomate posee propiedades antioxidantes que también contribuyen a prevención de enfermedades, incluyendo algunas crónicas y degenerativas. Todo lo anterior parece razonable, pero ¿qué función desempeña el color, y en particular el azul (o morado) en los experimentos? La respuesta en esta ocasión es simple; el color inusual los hace fácilmente diferenciables de otros tomates, para evitar que se comercialicen para consumo alimentario.
La otra pregunta sería ¿por qué utilizar un tomate precisamente para la investigación? De nuevo encontramos que las respuestas también tienen bastante sentido. El fruto de tomate cuenta con la habilidad de generar y acumular gran cantidad de biomasa con facilidad. Además el tomate es un producto relevante en los hábitos alimenticios occidentales, y una fuente natural de nutrientes. Otro punto a su favor como candidato idóneo para los experimentos es la versatilidad en su forma de consumo.
Fuente: Ana Isabel Reho (http://mundoagropecuario.com)
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