Comer con los ojos. Eva Gosenje, nutricionista y miembro de la comisión de formación de la Fundación Española de Dietistas-Nutricionistas (FEDN), lo tiene claro: “Comemos por los ojos, lo que nos entra por la vista. Elegir los alimentos solo por la buena pinta se nos ha ido de las manos”. De la misma opinión es Alma Palau, presidenta del Consejo General de Dietistas-Nutricionistas de España (CGDNE): “Nos dejamos llevar mucho por la estética”. Hasta el punto, explica, que un proyecto puesto en marcha en algunos colegios de Alicante para evitar que se fueran a la basura frutas y verduras feas, acabó fracasando. “Queríamos apostar por una alimentación más sostenible y optamos en varios comedores por verduras y frutas ecológicas, piezas más pequeñas y con menos presencia. El resultado fue que, después de mucho tiempo y esfuerzo, tanto los niños como los padres se quejaron, y al final exigieron que las verduras y frutas fueran todas iguales, de forma perfecta”. Pero los expertos insisten: el aspecto no influye en su calidad nutricional.
Se tira lo más barato. El fin de estas acciones es evitar el desperdicio injustificado de alimentos. Según una encuesta de la OCU realizada a 1.287 consumidores, en el 70% de los hogares se tira menos del 5% de la comida, pero en un 14% de los hogares se tira más del 10%, lo que supone “mucha comida, con el consiguiente gasto”, según la organización de consumidores. ¿Y qué es lo que más se tira? Lo más barato, según el estudio: frutas y verduras (6%), pan y bollería (4%), carne y pescado (3%) y alimentos procesados (2%).
La patata ‘ridícula’ y el limón ‘fracasado’. En Francia, sin embargo, la campaña Inglorious Fruits and Vegetables (Frutas y verduras sin gloria) ha sido todo un éxito. La cadena de supermercados Intermarché, con más de 1.800 tiendas, la puso en marcha hace un año para probar si los consumidores estaban dispuestos a comprar este tipo de alimentos que no estaban impecables a precios reducidos (hasta de un 30% de descuento). ¿Cómo de imperfectos? En el vídeo de la campaña, Intermarché no deja lugar a dudas. Ahí desfilan The Grotesque Apple (la manzana grotesca), The Disfigured Aubergine (berenjena desfigurada), The Ugly Carrot (zanahoria fea), The Failed Lemon (limón fracasado), The Hideous Orange (horrible naranja) y The Ridiculous Potato (patata ridícula). “Estas frutas y verduras pueden ser feas, pero son tan sabrosas como las perfectas visualmente”, valora Patrice de Villiers, fotógrafa de la campaña.
¿De quién es responsabilidad? De la cadena por la que pasa el alimento, desde su inicio hasta el consumidor, según las voces consultadas. “Parte de la culpa la tiene el consumidor que no quiere comprar frutas y verduras con alguna marca; pero también el agricultor que hace una primera selección desechando las que no están bonitas porque sabe que no se las van a comprar; luego, los intermediarios y las grandes superficies, que se esfuerzan por presentarlas lo más bonito posible utilizando, por ejemplo, ceras en las manzanas para que brillen más. Y también hace mucha falta que se promuevan campañas de sensibilización. Siempre se ha comido la fruta que se caía del árbol y luego vamos al súper y compramos la más brillante”, critica Gosenje.
‘Cuerpazos’ y consumidores exigentes. La portavoz de la Asociación de Empresarios Mayoristas de Frutas de Mercamadrid, Susana Carrizosa, indica que los minoristas “no compran nada que tenga mala pinta porque los consumidores lo requieren. Las tiendas de frutas no quieren nada que no tenga cuerpazo. Además, hay que añadir que a los españoles nos gustan los calibres grandes. El consumidor español es muy exigente, está formado en cuestiones de gastronomía, y no quiere productos que no estén perfectos”.
¿Qué pasa con las propiedades nutricionales de una fruta o verdura imperfecta? La respuesta en unánime. “Son comestibles al 100% y las propiedades están intactas”, admiten las asociaciones de nutricionistas. De hecho, Mercamadrid, el gran mercado central que abastece a los comercios de la capital, destina toda esa mercancía que desecha porque ningún comprador quiere (a pesar de haber pasado los controles de calidad) a la Fundación Banco de Alimentos de Madrid, que la distribuye gratuitamente a distintos colectivos desfavorecidos. También, se suele utilizar para fabricar mermeladas, zumos, potitos, yogures o batidos. Como claman en Intermarché, La zanahoria fea: en una sopa, ¿a quién le importa? o El limón fallido, del mismo creador del limón.
Fuente: José Díaz de Tuesta (http://elpais.com)
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