domingo, 20 de marzo de 2016

Con los AGROALIMENTOS no se juega - You can't play with AGRIFOOD

Foto: http://www.agroprecios.com

Es una realidad incuestionable que la gran mayoría de los ciudadanos de la Unión Europea y también de nuestro país (España), en su papel de consumidores de alimentos, reconocen la gran calidad de las producciones agrícolas y ganaderas que les ofrecen los profesionales del campo. Es decir, los agricultores y ganaderos. El sistema de producción de alimentos europeo es sin duda el más seguro y garantista del mundo, y así lo reconocen los ciudadanos europeos en las distintas encuestas que cada cierto tiempo realiza la UE sobre el papel de los agricultores y ganaderos y de la política agraria común, como garantes del tejido productivo y de la seguridad alimentaria en cantidad y calidad suficientes para todos.
Este modelo, que responde sin duda a las demandas de una sociedad moderna, se ha conseguido en gran medida gracias al ingente esfuerzo realizado por los agricultores y ganaderos, que han sabido adaptar sus conocimientos ancestrales vinculados a la tierra y el ganado, a esas nuevas demandas de la sociedad y la economía actuales, añadiendo un esfuerzo y dedicación total, además de enormes inversiones económicas y personales para la modernización y mejora de sus explotaciones. Todo ello ha conformado en las últimas décadas el tejido agrícola, ganadero y agroindustrial que tenemos hoy, un entramado productivo que constituye una fuente de riqueza incalculable, la más importante sin duda de la provincia (Segovia) y de la región, generadora de actividad y mantenedora de la población justo donde más se necesita, en las zonas rurales.
Sin embargo, cada vez más, vemos con desolación e impotencia como gran parte del esfuerzo realizado por los profesionales del campo se escapa por la alcantarilla, yendo a parar directa o indirectamente a las manos de las grandes corporaciones multinacionales relacionadas con el sector (no con el territorio), tanto a la hora de comprar como a la de vender. Estas grandes corporaciones son quien a la postre controlan los mercados, y por lo tanto las que tienen en sus manos la rentabilidad de miles de explotaciones agrarias y ganaderas. Mientras ellas multiplican año tras año sus multimillonarios beneficios, aupadas por una legislación que actúa a su favor, las explotaciones agrarias y ganaderas sobreviven a duras penas, viéndose muchas de ellas abocadas al cierre, ahogadas por unos costes de producción desorbitados y unos precios en origen que a menudo sobrepasan la humillación. Además, vemos con indignación como esos precios se multiplican por cinco, por diez, o por cien cuando llegan a los lineales de los supermercados. Esta situación acaba siendo un bucle que perjudica por partida doble a consumidores y agricultores, siendo las grandes multinacionales las únicas beneficiadas.
De todos es conocido el ejemplo de las frutas y hortalizas segovianas, que en demasiadas ocasiones se pagan al agricultor a 3, 6, u 8 céntimos, y aparecen, como por arte de magia, en un supermercado cercano a 40, 60 u 80 céntimos. También lo es el de la carne de cerdo, sector emblemático en nuestra provincia, que hoy cotiza a los ganaderos a la mitad de precio que hace poco más de un año, mientras vemos con indignación como en los lineales su precio no ha bajado ni un céntimo, incluso ha subido ligeramente en algunos casos. Es evidente que alguien se está forrando a costa del trabajo de nuestros agricultores y ganaderos, y lo hace además con el visto bueno de la administración, que está de su parte.
Pero si hay un ejemplo indignante en los últimos meses es sin duda el del vacuno de leche. Los ganaderos de leche han cumplido a rajatabla con “los deberes” que tanto desde las administraciones públicas, como desde las grandes corporaciones vinculadas al sector les han ido imponiendo durante los último años, siendo hoy en día uno de los sectores que mayor esfuerzo inversor y humano han realizado para convertirse en uno de los más punteros no solo de nuestro país sino de toda la UE. Pues bien, después de todo este esfuerzo de adaptación y modernización, que ha hecho desaparecer la mitad de las explotaciones en apenas 10 años, después de invertir cientos de miles de euros, después de contar al fin con explotaciones viables y competitivas, los ganaderos de leche se encuentran hoy con la sangrante realidad de estar arruinándose ordeñando vacas y trabajando 12 horas diarias. Vemos además como la industria va más allá, amenazando con no recogerles la leche el próximo mes de abril, vemos grandes superficies vendiendo leche casi a precio de agua, en “ofertas” humillantes para quien lo produce, y vemos como las administraciones, que se supone son quienes deberían poner orden en esta sinrazón, se lavan las manos, escudándose en una falsa libre competencia, abandonando a los ganaderos a su suerte sin hacer nada más que declaraciones de intenciones vacías, demasiado oídas ya, que sabemos no llevan a ningún sitio.
Sabemos que este es un tema muy manido, y lo más recurrente cuando se plantea es echar la culpa a la globalización, o a “los mercados”; a eso que dan en llamar “libre mercado”. Nos hablan como si los mercados fuesen entes abstractos detrás de los cuales no hay nada ni nadie. Pero detrás de los mercados hay personas con nombres y apellidos que toman decisiones, y son esas personas las culpables, junto con los gobiernos que lo consienten, de que la gran distribución pueda aplicar un margen de un 500% a una lechuga, una patata, una zanahoria, o vender a pérdidas un litro de leche para enganchar (y engañar) al consumidor, mientras los ganaderos que la producen la están cobrando por debajo de los costes de producción. Son las personas que controlan los mercados y la globalización, y los gobiernos que lo consienten, los culpables de que un trabajador chino, marroquí, indio, tailandés o brasileño, trabaje en el campo quince horas diarias por cuatro euros, sin seguridad social ni derechos de ningún tipo, y de que muchos de esos países no estén obligados respetar la más mínima normativa en materia de producción de alimentos, de su seguridad o de protección del medio ambiente. Es fácil entender que en estas condiciones, por muy bien que nuestros agricultores y ganaderos hagan las cosas, resulta muy difícil mantener el modelo de calidad y seguridad alimentaria por el que hemos luchado en la Unión Europea, que camina paralelo a un modelo de desarrollo social y económico justo, y sostenible para las personas.
Sin intención de evadir la responsabilidad que cada cual, en el ámbito del consumo, podamos tener en este asunto, los principales culpables de que esto ocurra son sin lugar a dudas los que tienen la responsabilidad de adoptar las medidas para evitarlo, es decir, quienes nos gobiernan. Ellos son quienes deben velar por establecer unas reglas justas en los mercados, de forma que todas las partes puedan participar en igualdad de condiciones en la cadena de valor, jugar con las mismas cartas y contar con un margen de beneficio digno por su trabajo. La alimentación no puede ser moneda de cambio ni pasto de movimientos especulativos para obtener beneficio fácil y rápido.
Mientras los que nos representan sigan legislando a favor de las grandes corporaciones, y por lo tanto consintiendo que cuatro o cinco grandes compañías multinacionales controlen la producción, la distribución y el comercio de los alimentos en el mundo, y abusen de esa posición de dominio consentida para actuar e imponer a su antojo, los agricultores y ganaderos seguirán pendiendo de un hilo cada vez más fino, y los consumidores tendrán que pagar a precio de oro productos cada vez más insalubres y procesados industrialmente, con estándares de calidad y seguridad más bajos. Quizá, solo el día que ese hilo se rompa, haciendo desaparecer el tejido productivo y social que el campo genera, y tengamos para comer solamente lo que nos vendan de fuera (si les sobra), sabremos valorar realmente lo que tuvimos aquí.
En este estado de cosas las preguntas del millón surgen por sí solas: ¿Puede España permitirse hacer desaparecer su capacidad de producción de alimentos …? ¿Puede permitírselo la Unión Europea …?, ¿Podemos permitirnos depender de terceros países para garantizar el suministro de alimentos a nuestros ciudadanos …? ¿Podríamos garantizar la seguridad de los mismos en caso de que así fuera …?. Contéstense ustedes mismos, porque a los que nos gobiernan, parece no importarles lo más mínimo.
Fuente: Oscar Herrero de Frutos (http://www.acueducto2.com)

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